Historia

La Orden del Manicato (ODM) se constituyó en enero del 1997 con un grupo de 8 jóvenes y 10 adultos de las comunidades de Cantera y el Residencial Las Margaritas, que respondieron afirmativamente a la invitación de formar parte de Jóvenes de Puerto Rico en Riesgo y al reto de servir voluntariamente mostrando una actitud de esfuerzo. Dicho grupo surgió del primer Taller Intensivo del Proyecto Cumbres. El 25 de enero de 1998, con la iniciación de un segundo grupo de jóvenes y adultos, quedó constituido el Concilio de Puerto Rico de la ODM. A partir de este momento la ODM se definió como un grupo de líderes en servicio que muestra una actitud de esfuerzo gozoso, cuya visión inicial fue: “somos generaciones entrelazadas al servicio y disfrute de la vida plena”.

El concepto de la Orden del Manicato surgió como una respuesta a la necesidad de crear un proceso de seguimiento y un espacio de desarrollo para los jóvenes y adultos que concluyeran los Proyectos Cumbres – y más adelante otros proyectos de la organización. Se originó a partir de diversas experiencias que sirvieron de referencia e inspiración a su fundador Manuel Gavillán. Entre estas experiencias resalta su interés y conocimiento acerca de la historia de Puerto Rico y el tema indígena, que dio lugar al uso de una terminología distintiva. “Manicato” es un término arahuaco que significa esfuerzo gozoso, disposición que distingue a los miembros de la ODM. A éstos se les conoce como “Caribes”, término que describe a una persona sabia, valerosa, valiente, escogida, que sabe hacer frente a situaciones.

Tras un proceso de aprendizaje junto con los jóvenes y de profunda reflexión, surgieron los pilares de la ODM: Aventura, Liderazgo, Servicio y Amistad. El elemento de la aventura se pensó como un recurso para fomentar el riesgo productivo con jóvenes acostumbrados a entornos y experiencias de riesgo peligroso. La ODM se dio a la tarea de desarrollar el liderazgo de jóvenes que socialmente no eran percibidos como líderes y creó las condiciones para su primera experiencia de servicio. De esta manera se alcanzó una nueva dimensión en el trabajo de la organización y se garantizó la continuidad de sus proyectos. Los jóvenes ingresaban a la ODM voluntariamente, por solicitud. No necesariamente ingresaban aquellos con mejores resultados, sino los que demostraban haber dado un salto cualitativo significativo entre dónde estaban al principio del Proyecto Cumbres y dónde estaban al final del mismo. El aspecto de la amistad se convirtió en el contexto en el que jóvenes y adultos se relacionan, desarrollan y participan activamente como iguales.

En la práctica, se estableció que dichos pilares se fomentarían a través de actividades de reto por opción en contacto con la naturaleza, oportunidades de liderar equipos de servicio en apoyo a jóvenes en alto riesgo social y otras comunidades de interés, diversas experiencias de servicio voluntario elegidas por los “Caribes”, y actividades de confraternización y convivencia como el campismo. La posibilidad que resulta de esta práctica es un liderazgo compartido, un espacio en el cual jóvenes y adultos trabajan, sirven y deciden desde un mismo plano, en el que la opinión de todos cuenta, en el que los adultos muestran disposición a ser liderados por los jóvenes y respeto por cada uno de ellos. Con la exposición a diversas experiencias de servicio se abre el espectro de oportunidades para aportar al país, mientras los “Caribes” expanden sus referencias culturales, sociales, vocacionales y descuben nuevos espacios para su desarrollo.

La Orden del Manicato se ha distinguido desde sus inicios por reconocer y valorar a sus miembros por medio de un sistema de títulos de esfuerzo que corresponden a sus horas de servicio y a su nivel de desarrollo como “Caribe”. Cada uno de éstos responde a un término indígena, tiene un significado y un símbolo que lo representa.

Cada uno de los aspectos de la ODM, cuidadosamente diseñados y elegidos para fomentar la convivencia, el asombro, el riesgo productivo, el desarrollo y el liderazgo dio lugar a una manera particular de servir. Esta forma única y nueva tanto para los jóvenes como para los adultos tuvo como resultado una sensibilidad y un sentido de pertenencia al que hoy le llamamos liderazgo ético y solidario. Esta es la plataforma desde la cual elegimos servir y aportar a nuestro país.